lunes, 19 de noviembre de 2012

APOLO Y DAFNE

Apolo, pese a ser el dios de la belleza, no tuvo siempre suerte en el amor. Lo rechazó Casandra, después de que el dios le había dado el don de la profecía, y muchas otras mujeres, mortales e inmortales.
Tampoco con los muchachos tuvo mejor fortuna.Estos fracasos quizá se debieron, a que Apolo se había burlado un día del Amor. Apolo, enorgullecido por haber dado muerte con sus flechas a la terrible serpiente Pitón, comenzó a reírse de Eros, el hijo de Afrodita.

Eros, decidió vengarse y preparó sus tiros. Escogió dos flechas: una del amor otra del desdén.
La primera la clavó el amor en el pecho de Apolo, y con la segunda el desamor en él de Dafne.
Dafne era una ninfa del agua, tan atractiva, dulce y delicada como inteligente. Escogió seguir los pasos de Artemisa, a diosa de la Naturaleza, y dedicarse a la caza y a la vida en los bosques sin tener relación con los hombres.

Apolo, sintió de repente como surgía dentro de él un amor devastador por aquella muchacha , y comenzó a perseguirla día y noche, sin descanso.
Dafne se sentía cansada de aquella persecución y rechazaba una y otra vez al dios.Apolo, dolido y sufriente, continuaba solicitando su amor. Su pasión llegó a ser tan impetuosa que quiso tomarla por la fuerza: la ninfa comenzó a correr huyendo de él. Dafne, notando que se le acababan las fuerzas, agotada por la carrera, imploró ayuda a Artemisa, su diosa protectora:
-¡Diosa de la libertad y la Naturaleza, ayúdame! ¡Haz que Apolo nunca pueda conmigo satisfacer su deseo!

La Naturaleza , conmovida ante este ruego, quiso que Dafne formara parte para siempre de los bosques que ella apreciaba: justo en el momento que Apolo llegaba a alcanzarla, los dedos de la ninfa y sus cabellos empezaron a convertirse en alargadas hojas, sus brazos en ramas, su tronco en corteza, sus pies en raíces...Dafne quedó convertida en un bellísimo árbol : el laurel.
Apolo lloraba abrazado a su tronco, mientras que las ramas le rozaban la cabeza, como acariciándole.
A partir de entonces , Apolo coronó su cabeza con hojas de laurel, que pasaron a ser así el ornamento de los poetas, de los músicos y de todas las victorias.
A lo largo de los tiempos, las coronas de laurel han cubierto las cabezas de los héroes y los campeones.
Las hojas de laurel nunca se secan, y mantienen permanentemente su verdor.

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